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jueves, 6 de septiembre de 2012

Tegami


Querido imbécil:
Buenas noches, desde mi humilde baño le escribo para demostrarle que estoy perfectamente.
En primer lugar su ausencia me aclaró muchas dudas. La primera fue qué quiero yo.
A esta duda se responde con facilidad: verá, yo no soy ni más ni menos que una persona que sufre y vive pensando en usted a cada instante, escucha música para recordarlo, mira piedras para verlo, escucha el viento para sentirlo, todo lo que hace es para poder aproximarse más a usted.
Pero como siempre, como todos los imbéciles, no es consciente de ello... sé que es usted un hombre, uno cruel y que ha sido preparado vilmente para hacer sufrir.
Sus silencios matan, poco a poco muero cada día pensando en por qué no habla, poco a poco mi vida se consume por un tirano
como es usted.
Mis lágrimas se suicidan, trato de detenerlas pero no me escuchan porque las desilusiones que vivo en esta incertidumbre
son mayores que la felicidad que le proporciona, caballero, a mi corazón.
Es bien sabido que ilumina mi sonrisa, que hace brillar mis ojos... pero ese brillo rápidamente se convierte en agua, agua
que emana de mis ojos ya cansados de mirar impaciente en su búsqueda, ojos que ansían su cara, su sonrisa, su mirada, su
cabello, sus manos frías, fríamente gentiles.
A veces me planteo que es un juego, un juego cruel en el que yo soy la marioneta y que usted tira de mis hilos, me mueve lentamente y hace que mi corazón se acelere por algo encerrado en un cristal. Cárcel de cristal, dura como el diamante, que arde como el hielo...hielo que se apodera de mi ser.
Son estas noches de profunda tristeza en las que mis venas son cortadas en pedazos y dejan de llevar el riego sanguíneo
por su cauce. Consigue que me desintegre y tenga ganas de consumirme en las cenizas...
Y cada día me vuelvo más helada, helada como el fuego de la jaula de cristal, helada como tus ojos ahora que no me miran
como antes, ahora que ese juego es más pronunciado y yo, inconsciente de mí caí ante tus redes, a pesar de querer negarlo.
No quiero desilusionarlo con esta carta, pero desde Kyoto quiero decirle que ya no me molestará, que no trataré de vengarme
más, que no trataré de emocionarme por sus palabras, que no seré yo quien le pida que me hable, que me vea, que bajo un
Sakura, como siempre, me vea cada tarde llorar por usted mientras disfruta de la vida con su mujer, y sus otras geishas...
Por favor, sea algo considerado conmigo y libere mi corazón, que estas lágrimas que se han convertido en letra duelen más
que la vida... pero menos que sus desprecios y desdenes, que sus intentos de darme celos, de hacerme sufrir dentro de un
juego al que no quiero jugar, ya no.
Por favor, sea tan amable,
mi querido imbécil.
Atte: Inoue Aiko

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