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sábado, 20 de febrero de 2010

El más dulce de los aromas

La fragancia que dejaba, aquel dulce olor consiguió que lo siguiera.
No eran más de las doce, y con un pequeño pero dulce olor que inundó mi nariz, llenó mi boca y purificó mis pulmones, consiguió hacer que lo deseara aún más.
Un rastro, como las migajas de pan que dejan Hansel y Gretel, o como el sendero que te llevará hasta la cumbre de la montaña, como un simple pero invisible rastro difícil de encontrar para una persona fácil para un animal.
Noté como la puerta se cerraba, justo delante mis narices, nariz que ahora parecía un hocico.
Empujé, fuertemente, empujé. La puerta finalmente cedió y entonces ese pequeño rastro del aroma que tan dulcemente había seguido, se introdujo en mí.
No aguanté más enloquecí, no pude reprimirme, no quise evitarlo y no sospeché que la heriría.
Me adentré en la oscura casa, la luz de las rendijas de las ventanas tapadas con tablones de madera casi no dejaban asomar ni un rayo de luz, así que a tientas y a oscuras tuve que guiarme en medio de la noche recorriendo ese camino olfativo.
Dos cosas me quedaron claras, no podía vivir sin él...pero mucho menos con él.
Llegué y la vi, acostada sobre la cama, tumbada, más bien tirada.
Sus cabellos lisos y sedosos se escucrrían por su espalda, sus largas pestañas estaban unidas dulcificando su rostro. Su cara se asemejaba al rostro de un ángel y no pude reprimirme, las mantas apenas cubrían sus tersos muslos. El camisón se le subía, vi entonces dónde era más profundo el dulce aroma y me lance a besarlo.

Y...

Comenzó a brotar, cálida y rojo, espesa y pegajosa, imparable, incontrolable. El líquido de la vida. Mis garras se impregnaron con él, y también mi pelaje, no podía soportarlo era insufrible, continué arañando en busca del fin de ese líquido, pero seguía, seguía y seguía. Era un flujo contínuo, no paraba y entonces dejé de oírlo.

La luna alumbraba el lago azul, como un enorme ojo me observaba. Y no pude evitar el sentirme avergonzado. Cuando volví a ser consciente las lágrimas brotaban de mis ojos al verla, a ella, a mi amada.
Desgarrado su cuello, produciéndole así una muerte rápida.
Lloré y deseé no haberme enamorado nunca...así no habría acabado de esa forma.
Mi más preciada pertenencia, mi más preciada joya, la más amada en mi vida, el más dulce de los aromas.

2 comentarios:

  1. snif snif...que triste...
    Me encanta la frase del final,es PRECIOSA,y el lago azul!!!!!!!;-)

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